El problema de la función
Como en el arte lo prosaico en los espacios los provee de un campo de ociosidad, de un sentido un sentido no-práctico en el que radica su belleza y su espiritualidad. Algo de esa concepción pudiera intuirse en los espacios efímeros. La realidad urbana comenzó a formar parte de la realidad estético-artística dentro del impulso modernista de unificar la experiencia social y la experiencia estética.
Desde la óptica del sujeto y de la complejidad de su relación respecto al mundo exterior, es evidente que la función estética forma parte indispensable de la reacción del sujeto al mundo que le rodea. Desde el punto de vista del sujeto, esta participación indispensable no se decide por el hecho de tener o no a un objetivo que sobrepase el acto o su creación, sino por el de completar de alguna manera la multiplicidad del individuo actuante.
Las funciones no deben ser proyectadas unilateralmente en el objeto, sino que tiene que contarse con el sujeto en tanto que fuente viva de aquellas. Mientras proyectamos las funciones en el objeto-sitio, estamos sometidos a la tentación de ser una sola función ya que el objeto-sitio, estará marcado siempre y con mucha evidencia por la adaptación a un solo objetivo, a aquel con el que fue producido.
En la sociedad llamada postindustrial este contenido estético pudiera verse modificado dada la aceleración artificial del ciclo de vida y muerte de los objetos, espacios o construcciones. Inmerso en una existencia sintetizada por el ritmo del consumo, el hombre de estas sociedades no tiene muchas oportunidades para apreciar el valor espiritual de una objetualidad siempre efímera.
Comparadas con esas sociedades, las culturas del tercer mundo parecerían caóticas y aberradas en su persistente tendencia a la conservación de objetos construidos con la marca de desechables. En el siglo XXI algunas ciudades, se comportan como si fueran una especie de museos (yonques) donde se conservan las evidencias de una Modernidad "pasada de moda", accesible en el mundo postmoderno sólo a partir del simulacro de lo retro.
Mediante esta metáfora dimensional un sitio puede representar otro sitio al que no se parece en nada - esto es el No- sitio.
Entender este lenguaje de sitios es apreciar la metáfora entre el constructo sintáctico y el universo de las ideas, que resulta en una imagen tridimensional que no tiene parecido mimético.
"El arte expresivo " evita el problema de la lógica; por lo tanto no es realmente abstracto. Una intuición lógica puede desembocar en un “sentido de la metáfora " completamente nuevo y libre del consustancial contenido realista expresivo.